miércoles, 6 de marzo de 2013

El Paso, lo último en viajes de aventuras. Parte 2.

En El paso el escenario se transforma rápidamente, pasando de las ventosas y solitarias cumbres a los valles más frondosos y escarpados.

 Y la aventura espera a cada paso. El tiempo puede cambiar drásticamente de un día para otro. Los abismos se abren bajo tu pies descendiendo hacia sinuosos valles en los que nadie ha estado nunca.

Pero sin lugar a dudas, lo que más se disfruta es encontrar un lugar escondido, una pequeña grieta en un acantilado que lleva a algún lugar oculto. Un lugar que no ha sido pisado por el hombre en muchas décadas.

Recomiendo este lugar fervientemente a todo gran amante de la expedición, una vez aquí se te olvidan los malestares del largo viaje y dejan de importarte las comodidades y lujos ya que el mayor placer es disfrutar de un lugar tan fantástico (en el sentido más estricto), único y misterioso.


Siempre es un consuelo saber que el viaje de vuelta puede realizarse a través de las montañas, aunque no es un paseo a prueba de aventureros con miedo a las alturas. Mi recomendación en este caso es clara:


El Paso, lo último en viajes de aventura. Parte 1.

Saliendo desde Lienza, el viaje hacia El Paso se compone de tres trayectos principales. EL primero consiste en un "agradable" viaje en barco. El mar Cálcico es bravo y traicionero, llovió un día y otro y otro...pero nos sentimos agradecidos ya que no avistamos ningún navío pirata en los nueve días de navegación. Así llegamos mojados y revueltos a la Bahía de los Elefantes, ya he hablado anteriormente de este caluroso lugar.
Después de tres merecidos días de descanso, partimos en singular caravana de camellos, elefantes del desierto, mulas y algunos podencos. Tuvimos suerte de poder viajar en litera pero el calor en el desierto era tan abrasador que pronto empezamos a echar de menos el mar bravío. El paisaje resulta fascinante el primer día. Las luces y las sombras en las rosadas dunas, el sonido suave y solitario de la brisa y el aroma cálido y fragante del Soulé alcanzan su punto álgido al atardecer. El segundo día el paisaje se vuelve monótono y los enjambres de moscas y mosquitos no te dejan ni dormir. Siete días así hasta Centenera y luego dieciséis días más hasta El Paso.
 Cuando empiezan a aparecer las primeras formaciones rocosas hay que cambiarse a las mulas y abandonar las cómodas literas. El cañón que forma El Paso se hace día a día más estrecho y vertiginoso hasta que se llega a la Posada de el Cojo donde la estrechez es tal que hay que descargar a las mulas para poder pasar. ¿Qué puedo decir de la posada? Como todo en este viaje viene impuesta ya que es el único hospedaje posible. Las habitaciones son compartidas y el servicio... rústico, pero se pueden encontrar viajeros experimentados que siempre traen consigo una buena historia que contar, eso siempre que las peleas entre los mercaderes y los mercenarios les dejen terminar...


Pero en cualquier caso, a El Paso no se viene a disfrutar de las comodidades de un resort, sino a perderse en sus increíbles paisajes y a emborracharse del espíritu aventurero de sus gentes.